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LA REVELACIÓN DIVINA COMO ACONTECIMIENTO HISTÓRICO EN EL CRISTIANISMO CATÓLICO

Introducción

Desde una perspectiva creyente sin duda alguna sabemos que Dios se Revela en la historia, pero ¿Cómo es posible una Revelación Divina? ¿Cuál es la "naturaleza" de su revelación? ¿Qué se entiende como Revelación Divina?

Revelación significa desvelar o descubrir lo que estaba oculto o desconocido. Es un acto de comunicación de un conocimiento. Siguiendo la doctrina del Concilio Vaticano II la Revelación Divina es el desvelamiento o auto-manifestación de Dios en la que por su propia iniciativa se revela a Sí mismo y se comunica con el hombre llamándolo a la fe. La Revelación se realiza por obras y palabras dentro de la historia de la salvación y encuentra su culminación en Cristo. El acontecimiento histórico de la Revelación Divina se da en tres eventos.[1]


1. La creación como posibilidad de la Revelación Divina.

La creación es una posibilidad en sí misma, es decir, de no ser posible dicha revelación no existiría lo creado, porque la creación es donde Dios “ofrece a los hombres […] un testimonio perenne de sí mismo” (Rom 1, 19-20) y por la que el hombre “puede conocer ciertamente a Dios con la razón natural…” (Rom 1, 20). A este respecto E. Schillebeeckx nos dice que “el mundo creado se nos presenta en primer lugar como una traducción, muy vaga todavía de la llamada interior de la gracia; después, como un medio para hacer al hombre más atento explícitamente a esta invitación de la gracia; y finalmente, como el espacio en donde, por su aceptación o su repulsa, responde el hombre vitalmente a esta llamada divina”.[2] Latourelle opina que “el conocimiento de Dios por el mundo creado es ya, en cierto sentido, revelación, porque es un don de Dios y una manifestación de Dios que obliga al hombre a un obsequio religioso”.[3] Ambos nos dicen que la creación tiene ciertas condiciones que no nos permiten experimentar a plenitud la revelación porque es vaga y hasta cierto sentido, pero sí es un medio y un don que implica una libre respuesta por parte del hombre.


La creación, más que una posibilidad de la Revelación, es un hecho en el que a través de las cosas creadas, Dios le habla al hombre por medio de una “comunicación que da vida y que transforma esa vida”[4] porque el llamamiento a la fe no implica el sólo asentimiento de la voluntad, sino que “la Revelación acontece al destinatario, y alcanza su sentido más profundo, ante todo, allí en donde es entendida y traducida la praxis de la vida”[5]. La historia y el mundo como creación son el momento y el lugar en el que Dios intima con el hombre, por lo tanto, al ser la revelación “un acontecimiento de apertura”[6] a toda la humanidad, la revelación, al igual que la salvación, se vuelve universal porque siendo el hombre creación de Dios lo ha capacitado, por medio de su gracia, para “conocer fácilmente, con absoluta certeza y sin error, las realidades divinas que en sí no son inaccesibles a la razón humana”[7]; sin embargo, la Revelación ha de ser históricamente procesual la cual se va desarrollando partiendo de un pueblo y lugar en específicos.


2. Israel: pueblo y lugar de la Revelación Divina

Como hemos visto, la Revelación y la salvación es universal; sin embargo, Dios comienza a revelarse a Israel de una manera más concreta, a diferencia del resto de las religiones de oriente que es de manera ambigua. La peculiaridad del pueblo de Israel es, primero, que Dios se ha interesado en su historia de manera particular e Israel es consciente de ello; segundo, que Israel entiende su propia historia como una teofanía de Dios la cual es vista en retrospectiva desde el momento de la creación ya que “no es casual que el Antiguo Testamento coloque al comienzo el testimonio de la creación del mundo y del hombre”[8]. Tal concepción se va desarrollando en Israel bajo diferentes aspectos que acompañan su propia experiencia humana y religiosa a través de los acontecimientos históricos; y tercero, que La Palabra de Dios es revelada en la palabra profética porque esta anuncia los designios salvíficos a favor de Israel quien los va asimilando como voluntad divina. Schillebeeckx nos dice que “la palabra profética es la que le hace adquirir plena y claramente su sentido de Revelación. La intervención salvífica de Dios es una acción divina, pero al mismo tiempo una explicación divina de esta acción por la palabra profética […]. El éxodo, como acontecimiento histórico, es una acto salvador de Dios: una revelación de salvación”.[9]


En cada acontecimiento de Israel se da un acto salvador de Dios que lo Revela y progresivamente Israel lo va comprendiendo y va adquiriendo su conciencia de pueblo elegido como mediador de la salvación del mundo entero; asimismo el lenguaje del Antiguo Testamento utiliza los medios religiosos de que dispone para trasmitir esta conciencia que se tiene de la Revelación Divina, pero aún no tiene la suficiente nitidez que se traduzca en un lenguaje más humano, aún más cercano. En cuanto a esto Knoch dice “que hay que tener en cuenta los límites del discurso humano sobre Dios. El lenguaje teológico ha de tener conciencia de que Dios es un mysterium stricte dictum, un misterio sustraído permanentemente a la inteligencia humana”.[10] Así, la percepción del pueblo de Israel respecto de Dios está revestida de “los límites del discurso humano sobre Dios” y por tal, el Antiguo Testamento nos muestra diversos matices del rostro de Dios interpretados a partir de sus propias categorías culturales, sociales, políticas y religiosas, que sin embargo, revelan la Verdad interpretada bajo estas condicionantes; así nos presentan un Dios creador, dador de vida, que otorga una libertad, que expulsa del paraíso, que protege a un asesino, que aniquila con un diluvio, que permite la esclavitud y el exilio de su pueblo, pero que también los libera, que domina los fenómenos de la naturaleza a favor de su pueblo, que otorga leyes, que reprende a su pueblo, pero que también les muestra la misericordia y la nobleza de su ser al perdonar incontables infidelidades, en fin, un Dios que siempre toma la iniciativa de buscar a su pueblo cuando éste ya se haya en perdición, consiguientemente todo ello forma parte del desarrollo de la historia de Israel donde la palabra de Dios no está definitivamente expresada porque la historia de este pueblo se encamina hacia la venida del Hijo de Dios a nuestra historia terrestre, no como un acontecimiento predeterminado sino, como acontecimiento del devenir de la historia de la salvación como significado pleno de la Revelación. “La venida de Cristo, como llave del antiguo testamento, atestigua la verdad de su misión y de su persona. La Revelación, a la par que se realiza en la historia, demuestra su verdad”.[11]


3. Cristo, plenitud de la Revelación Divina

“La verdad profunda de Dios y de la salvación del hombre que trasmite dicha revelación, resplandece en Cristo, mediador y plenitud de toda la revelación.”[12] En la frase “Quien me ve a mi ve al Padre” (Jn 14, 9), queda de manifiesto la Revelación Divina como un hecho pleno y no sólo como una mera posibilidad porque Cristo la ha traído realmente a todos y porque este acontecimiento se realiza en la historia. Toda ambigüedad en la Revelación por medio de la creación y la falta de nitidez en la historia de Israel queda total y absolutamente resuelto en la persona de Cristo en su vida terrena: Jesús de Nazareth, en la realización de su propia vida, es decir, su praxis es el culmen de la revelación como realización de su vida terrestre. Dios es “aterrizado” en la revelación por medio de Jesucristo una vez que Dios mismo se realiza en la persona de Jesús como auto-revelado. “En Jesucristo se revela Dios mismo, y, ciertamente, de tal modo que Jesús de Nazareth, no sólo es receptor de revelación, sino la misma revelación de Dios por su ser y por toda su manifestación”.[13] "Como acto de Dios en una forma histórica, toda la vida humana de Jesús es Revelación. A partir de su diálogo con el Padre, el Hijo penetra en nuestra historia humana que, por este hecho, teniendo en cuenta la libertad humana de Jesús, se convierte definitivamente en la historia de la salvación. Pero sólo mediante la palabra profética de Cristo recibida en la fe podemos saber que la salvación ha entrado ya definitivamente a nuestra historia".[14]


Si Jesús de Nazareth es “la misma revelación por su ser y por toda su manifestación, y si por su palabra profética de Cristo podemos saber que la salvación ha entrado a la historia”, entonces “ese amor que mueve a Dios, que habla a los hombres como amigos para invitarlos y recibirlos en su compañía”[15] en su carácter teándrico, la Revelación dada por Jesucristo nos muestra el Verdadero rostro humano-divino de Dios a través de “obras y palabras intrínsecamente ligadas”.[16] Estas obras y palabras le dieron perspicuidad a lo revelado en la creación y a lo revelado al pueblo de Israel, porque ahora es Dios mismo en persona quien obra y actúa en y por Jesús. Ya no es la palabra del profeta, sino la Palabra profetizada en boca de Dios que es encarnada en su propio obrar. A criterio de Knoch “El acontecimiento Cristo, es a la vez, un nuevo suceso de revelación indeducible. Esta auto-revelación de Dios, no puede ser una conclusión inductiva, no se puede sacar deductivamente de todo el acontecimiento precedente de revelación. Ni se puede decir concretamente que: la auto-revelación de Dios en el Antiguo Testamento camina lógicamente hacia Jesucristo, ni puede decirse que: el acontecimiento Cristo es patentemente la consecuencia de la acción auto-reveladora de Dios. Hay que afirmar más: La Revelación de Dios en Jesucristo adquiere como auto-revelación una nueva cualidad inderivable”,[17] es una Revelación única, completa y precisa de lo que Dios desea: “El trato humano de Jesús con los hombres es, para nosotros, una invitación a un encuentro personal. Cristo es la manifestación visible, histórica de la voluntad de Dios”.[18]


En Jesús permea la revelación en el objeto de la misma: el hombre. “Dios habló a nuestros padres en distintas ocasiones y de muchas maneras por los profetas. Ahora en esta etapa final nos ha hablado por el Hijo”[19] en un lenguaje humano con obras humanas. La llamada a la salvación desde el Antiguo Testamento dependía mucho de cómo fuera interpretada la Revelación, pero ahora es Dios quien habla y actúa, de tal manera que Jesús en su propia experiencia humana encarna la voluntad de Su Padre para con los hombres, llamándoles a la salvación por la fe que obra. No basta el asentimiento de la voluntad del hombre, sino que requiere su obrar en la misma línea que Jesucristo, “porque el hombre también está implicado en el acontecimiento de la Revelación, no de un modo pasivo sino en la activa realización de la vida, porque en Jesucristo ha alcanzado la revelación su punto sumo y final como auto-revelación”[20] en la plena realización de su propia vida. La fe como respuesta del hombre al llamado de Dios en Jesucristo implica su salvación ya que se encuentra en la posibilidad de la activa realización de su vida porque lo Revelado por Jesús es la voluntad de Dios nítida, clara y convincente. La salvación del hombre ofrecida por Dios consiste en la plena realización de su vida en un constante encuentro con Dios, consigo mismo y con los demás, teniendo como máximo referente de realización a Jesucristo, Evangelio de Dios.


Pues bien, la Revelación Divina más que una posibilidad, es un hecho confirmado en la creación; le sigue su desarrollo en la historia de un pueblo de nombre Israel que poco a poco va adquiriendo conciencia de su elección por parte de Dios y que ésta misma historia implica el devenir del acontecimiento Jesucristo como plenitud y consumación de la Revelación. Varias interpretaciones de la Revelación se ven testimoniadas en el Antiguo Testamento, pero con la llegada y vida de Jesucristo se desvela la Verdad de la Revelación por cuanto Jesús dijo e hizo. En la persona de Jesucristo, por el simple hecho de estar bajo la condición humana, entre ella la libertad, asimismo en su misma persona se va desarrollando su conciencia de revelador de Aquel a quien él llama Padre porque en su libertad eligió hablar y hacer Su voluntad, de tal manera que en su ser, se recapitula la creación porque Jesús revelando crea[21] una nueva forma de hablar y actuar de Dios. El mundo creado nos revela a Dios pero Jesucristo traduce el lenguaje de la creación siendo el mismo creador. Su palabra y su obrar interpelan al hombre porque ese hablar y actuar han mostrado una forma humana de vivir en un mundo deshumanizado porque nos revela a Dios tal cual es, Dios de amor, solidario, fraterno, incluyente, de misericordia sin medida. El Dios portentoso, de las alturas, de lo puro ha quedado atrás como parte de un proceso evolutivo de comprensión del Dios que se reveló en Israel. Ahora la Revelación es consumada en Jesucristo por cuanto se tenía que revelar de manera fidedigna, precisa y comprensible para el lenguaje humano, por lo tanto, una vez que el hombre ha respondido a ésta Revelación, posee el estereotipo ideal para la plena realización de su vida siendo él mismo en Cristo, creador y revelador en su propia vida de un Dios de amor, solidario, fraterno, incluyente, de misericordia sin medida. Esta es la plena realización del hombre en su vida y en esto consiste su salvación.


Entendemos que por medio de la creación Dios se ha revelado sí mismo pero decir que por ese medio es ambigua y esperar a que tuviese un desarrollo por medio del pueblo de Israel hasta llegar a su plenitud por medio de Jesucristo, es restringir la universalidad de Dios al resto de la humanidad que no se profesa cristiana. Damos por hecho que para los cristianos el referente del Dios amor, misericordia, solidario y fraterno es Jesús; es más, afirmamos que es Dios mismo; sin embargo, para el resto de los no cristianos esto bien puede no decirles nada y en su propio contexto pueden bien ellos entender que la plenitud de la revelación de Dios podría ser por otro medio o conducto, y para aquellos que no profesan la creencia en algún Dios y que su vida se rige por una filosofía de vida, pueden entender ellos mismos la plenitud de la vida, desde otro referente que no sea una revelación, sino por medio de “normas o leyes universales” comunes a todos los hombres. Todo ello ha sido factor de múltiples disputas sobre quien es portador de la verdad absoluta o quien tiene la revelación más fidedigna por parte de Dios o quien vive plenamente en armonía con el mundo que le rodea.


A este respecto y para hacer más accesible y comprensible la revelación o auto-manifestación de Dios al hombre llamándolo a la fe debemos afirmar que la posibilidad y plenitud de la revelaciónde Dios es: el hombre. Éste es expresión de dicha revelación, a través de una diversidad de lenguajes según su contexto histórico, cultural y/o social, que se hace manifiesta cuando busca la vida en plenitud del hombre mismo y de aquellos que le rodean en la vivencia de valores como el amor, la fraternidad, la solidaridad, el perdón; valores todos ellos comunes a todos los hombres.

1] Cf. DV 2 [2] SCHILLEBEECKX, E. "Revelación y Teología" 2a. Edición, Salamanca, Ed. Sígueme, 1969, p. 15. [3] LATOURELLE, R. "Teología de la Revelación" 5a. Edición, Salamanca, Ed. Sígueme, 1982, p. 429. [4] Bruner, citado por Coenen en "Diccionario Teológico del Nuevo Testamento" Vol. II, Salamanca, Ed Sígueme, 2004, p. 550. [5] KNOCH, W. "Revelación, escritura y tradición" Valencia, EDICEP, 2011, p. 47 [6] Loc. Cit. [7] DV 6 [8] KNOCH, W. Op. Cit. p. 58 [9] SCHILLEBEECKX, E. Op. Cit. p. 19 [10] KNOCH, W. Op. Cit. p. 13 [11] LATOURELLE, R. Op. Cit. p. 118 [12] DV 2 [13] KNOCH, W. Op. Cit. p. 41 [14] SCHILLEBEECKX, E. Op. Cit. p.19 [15] DV 2 [16] Ibid. [17] KNOCH, W. Op. Cit. p. 55 [18] SCHILLEBEECKX, E. Op. Cit. p. 379 [19] DV 4 [20] KNOCH, W. Op. Cit. p. 48 [21] Crear en el sentido de ser desconocida para el hombre

 
 
 

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